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Antonio Rivero, profesor de la Universidad Politécnica de Madrid

07/02/2023

Unamuno y el espectáculo deportivo

Unamuno y el espectáculo deportivo Miguel de Unamuno mencionó el deporte en numerosas ocasiones, e incluso en alguna de sus obras poéticas (Al aeroplano, 1915). Basta citar algunas de sus aportaciones al respecto: Un partido de pelota (1893), Rousseau en Iturrigorri (1907), Jiu-Jitsu en Bilbao (1908), Sobre ajedrez (1912), Deporte y Literatura, Recuerdos entre montañas (1915).

Otras fueron Juego limpio (1917), Patriotismo y optimismo (1920), Boy Scouts y footballistas, Carta a jóvenes chilenos (1921), Del deporte activo y del contemplativo (1922), Intelectualismo y deportismo, Sobre el desarrollo adquirido por el fútbol en España (1923), Andanzas y visiones españolas (1924), Mozalbetería(1932), Mozalbetes anárquicos (1932) Puerilidades nacionalistas, Juventud de violencia (1933), Gorros rojos y gorros gualdos, o Comentarios de las armas y las letras (1934).

En algunos de sus artículos explicó de manera clara y contundente su opinión sobre el deporte. El primero fue escrito en Salamanca en enero de 1923, se titulaba “Intelectualismo y deportismo” y se publicó en el diario La Nación de Buenos Aires el 21 de febrero de ese mismo año. Unamuno denunciaba la desintelectualización de la política española desde los primeros días de la Restauración, y veía en la extensión del deporte como espectáculo de masas, sencillamente, una prolongación de lo que él creía era anti-intelectualismo característico de la vida española.

En otro de sus artículos, publicado en 1921 en El Liberal de Madrid, bajo el nombre De pedagogía. Boyscouts y footballistas, escribiría: “Dicen algunos que el football vencerá a la tauromaquia… Convivirán la una y los otros. Sin embargo, es indudable que nuestra juventud vuelve la espalda al antiguo espectáculo castizo…”.

Unamuno, partidario del ejercicio físico y el deporte como actividad lúdica y saludable, temía que, en concreto el fútbol, cumpliera con el paso del tiempo un papel parecido (una especie de pasión embrutecedora, un mero espectáculo) al que tenían los toros: “Pero ¿es que el deporte footballistico no implica el mismo peligro? ¡El deporte de ver jugar, claro! Y no el de jugar. Porque hay ya el aficionado footballístico, que no da patadas al pelotón, pero acaba por convertir en un pelotón su cabeza en fuera de discutir jugadas y jugadores. Y el daño mayor que está haciendo el football entre los chicos no es en el cuerpo, sino en la inteligencia”.

El escritor criticaba duramente los vergonzosos espectáculos de grosería y vandalismo que ya se daban en algunos campos de fútbol y se mostraba en total desacuerdo con el enfrentamiento que se producía entre seguidores de uno y otro pueblo, que en su opinión sacaban a relucir lo que él llamaba “nuestra siempre latente guerra civil”. Temía pues que el fútbol fuese algo incivil, una manifestación del más triste localismo.

Criticaba a los profesionales a sueldo y temía el efecto que sobre el lenguaje empezaba a tener. Sobre la prensa futbolística de la época decía: “Y si al menos tuviéramos un Píndaro que cantase a los grandes jugadores… Pero la literatura que el football provoca es tan ramplona como la que provocaban las corridas de toros”. 

Insensible, sin duda, a los populares espectáculos deportivos, temía que el fútbol  fuese para la sociedad de masas una nueva versión del “Pan y circo” romano y el  “Pan y toros” que todavía existía en algunos lugares de nuestra geografía.

 “¡Pan y toros! era la divisa de los que querían tener al pueblo en perpetuo trogloditismo, en la barbarie infantil. Y no hay mucha diferencia de esta divisa a esta otra: ¡Pan y pelotón! O aquella otra de ¡Pan y Catecismo!. Sería mucho mejor decir ¡Pasto y deporte! Porque deporte no es precisamente juego. Como en inglés mismo “sport” es una cosa y “play” otra y “game” otra. El juego es algo muy serio; el deporte no. Y lo que con vocablo inglés llamamos “sportman”, un deportista, suele ser un señorito frívolo que no siente la pasión, la noble pasión del juego de la vida. (Salamanca, febrero de 1924).”

Unamuno,  siempre  drástico y  sincero en sus opiniones.

Antonio Rivero, profesor de la Universidad Politécnica de Madrid

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