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Antonio Rivero, profesor de la Universidad Politécnica de Madrid
13/12/2022 Ortega y Gasset y el deporte (2º)
Continuamos con el relato sobre Ortega y Gasset. En 1925, en “La deshumanización del arte”, recurre de nuevo al deporte para explicar hacia dónde tiende una Europa que salía del horror de la I Guerra Mundial y buscaba nuevas experiencias y formas de vida. Eran los tiempos de dos nuevos fenómenos sociales, como eran el deporte y el cine.
“El nuevo estilo, por el contrario, solicita, desde luego, ser aproximado al triunfo de los deportes y juegos. Son dos hechos hermanos, la misma oriundez. En pocos años hemos visto crecer la marea del deporte en las planas de los periódicos…][El culto al cuerpo es eternamente síntoma de inspiración pueril, porque sólo es bello y ágil en la mocedad, mientras el culto al espíritu indica voluntad de envejecimiento, porque sólo llega a plenitud cuando el cuerpo ha entrado en decadencia. El triunfo del deporte significa la victoria de los valores de juventud sobre los valores de senectud. Lo propio acontece con el cinematógrafo, que es por excelencia, arte corporal”. En 1930 es cuando Ortega da al deporte una mayor importancia en sus escritos y tituló “El origen deportivo del Estado” a uno de sus ensayos, algo muy significativo y que plasmaba la importancia que daba al deporte. En él, utilizando la historia como hilo conductor, realizó una similitud entre la fratria de la legendaria Esparta y el moderno club deportivo de los años veinte, en el que se asociaban los hombres más jóvenes y vigorosos de la sociedad. A mediados de los años treinta, el deporte tanto en España como en Europa, y sobre todo en EE.UU, era ya un auténtico fenómeno de masas. Ortega escribió sobre él en su ensayo “El revés del almanaque”. En un principio Ortega realzaba la importancia del rescate de lo corporal en el siglo XX, tras estar tanto tiempo (siglos) escondido y silenciado. Sin embargo, luego se mostró disconforme con la excesiva importancia que al profesionalizarse desde la prensa y en la juventud se le daba a los deportes y en especial al fútbol. Es lo que llamó la exageración deportiva: “Pero tras los deportes ha venido la exageración de los deportes, y contra ésta si hay mucho que decir. Es uno de los vicios, de las enormidades contra la norma de <<nuestro tiempo>>, es una de sus falsificaciones. …..Está bien alguna dosis de fútbol. Pero ya tanto es intolerable”. Como podemos ver, el interés de Ortega por el deporte no fue una simple casualidad y al igual que Ramón y Cajal, Unamuno y otros intelectuales de la época sus reflexiones sobre él, fueron más que meras anécdotas. Evidentemente, cuando el deporte se fue profesionalizando, convirtiéndose en una actividad económica como otras muchas y una manera más de ganarse la vida para algunos a Ortega le dejó de interesar, y por lo tanto también dejó de escribir sobre él, pues había perdido su primaria esencia altruista. Las reflexiones del gran maestro de la nueva filosofía española nos hubieran llevado a fortalecer nuestros argumentos para calificar y entender el deporte como un elemento cultural propio de las sociedades modernas, pero durante mucho tiempo nuestro protagonista fue el gran olvidado de la universidad española. Antonio Rivero, profesor de la Universidad Politécnica de Madrid
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