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Antonio Rivero, doctor en Geografía e Historia y Licenciado en CAFYD
24/12/2024 EEUU y el triunfo del deporte
El gran desarrollo que el deporte tendría en la sociedad norteamericana fue también fundamental para su éxito y difusión por todo el mundo. En las últimas décadas del siglo XIX, los Estados Unidos se consolidaban como una nueva potencia económica e industrial, y a la vez sus colegios, universidades y fábricas se impregnaban de filosofía deportiva.
Si reflexionáramos sobre los orígenes y la formación de los EEUU como nación, podríamos intuir que las formas y desarrollo del deporte en el nuevo país serían diferentes y más rápidas que en el viejo continente. Un país en cuya carta magna quedaban abolidos los privilegios estamentales y que proclamaba la igualdad de todos los hombres ante la ley, parecía un excelente marco para que una actividad, con las características y dinamismo que por aquel entonces aportaba el deporte, triunfase y se extendiera. El deporte se desarrolló como un fenómeno popular, una actividad vigorosa muy acorde con los gustos de la sociedad norteamericana, en la que rápidamente, también las apuestas y el profesionalismo encontraron su lugar. El mundo empresarial y financiero vio igualmente en el deporte un nuevo espacio para su desarrollo. Las primeras competiciones típicamente americanas, surgidas en los años treinta del siglo XIX, fueron regatas entre barcos de vapor que sirvieron para las apuestas de los espectadores y el prestigio de armadores, capitanes y tripulaciones de los barcos. A falta de tradiciones y necesitada de sus propios elementos de identificación social y nacional, la población norteamericana acogió el deporte como una actividad de la que surgirían héroes populares y mitos de la época. Boxeadores y jugadores de béisbol fueron junto a empresarios de éxito o estrellas de cine, protagonistas una nueva cultura de masas que culminaría en el siglo XX. La prensa y los nuevos medios de comunicación, se ocuparían de lanzarlos a la fama como parte de sus estrategias de venta. En un principio, el deporte norteamericano fue una importación del deporte inglés. De hecho, fue llevado al nuevo continente por emigrantes. El béisbol, deporte cuyo origen puede adivinarse en los viejos juegos europeos de bate y golpeo, fue desde sus inicios el deporte nacional norteamericano por excelencia, señalado enseguida como encarnación de valores propios de los norteamericanos. Rápidamente se convirtió en objeto de culto, símbolo de la sociedad del nuevo país, que necesitaba signos de identificación nacional, tanto más dada su pluralidad étnica y cultural. El primer reglamento data de 1845. En 1866, se organizó el primer torneo de importancia y en 1869, los Red Stockings de Cincinatti realizaron una gira por todo el continente. En breve tiempo se organizaron ligas bajo control empresarial y con fines lucrativos, que sirvieron como ejemplo a otros deportes en vías de profesionalización. En 1871 nació la National Associacion of Professional Base-Ball Players, hubo varios casos de corrupción relacionados con las apuestas y algunos equipos se retiraron para fundar como alternativa la National Base-Ball League. Los grandes magnates se permitían el lujo de tener su propio equipo de Base-ball a semejanza de los mecenas del Renacimiento con sus artistas. Al igual que en Inglaterra, las Universidades tuvieron un gran protagonismo en el desarrollo deportivo, sólo que aquí su número era muy superior a lo habitual en los países del viejo continente, y el número de universitarios también. El deporte en los EEUU se asociaba a una juventud fuerte, audaz y de buena educación, es decir, una imagen próxima y semejante a la del gentleman inglés, de hecho salvo alguna excepción los equipos profesionales no aparecieron hasta el primer cuarto del siglo XX. El deporte universitario por excelencia fue el Football “americano”, variedad del Rugby inglés, con sus propias características y normas. El primer reglamento data de 1867 y fue realizado en la Universidad de Princeton. Muy pronto los partidos entre Yale, Harvard y Princeton se convertirían en clásicos del deporte norteamericano. El Football triunfó entre los jóvenes universitarios que, además de sus dotes intelectuales, debían demostrar ante una sociedad tan competitiva como la norteamericana, donde la fuerza y la decisión eran virtudes admiradas, que también ellos podían ser hombres “duros”. Tanto fue así que las autoridades decidieron tomar medidas reglamentarias sobre su práctica. De hecho una comisión emplazada por el presidente Theodore Roosevelt en 1905 intentó modificar los reglamentos del fútbol académico en el sentido de suavizar su brutalidad, disminuir las lesiones y reducir el número final de muertes. Nuevos deportes fueron ideados en los EE.UU., así se crearon el baloncesto y el voleibol. El baloncesto se debe al ingenio de un profesor de educación física de la sociedad de jóvenes cristianos YMCA, en Springfield, Massachussett, en 1892. El voleibol, fue inventado dos años después, por otro profesor de esta asociación cristiana, que llegó a Boston en 1850. YMCA a través del ejercicio físico captaba jóvenes de clases humildes para su causa. Además, también fueron muy activas la Young Men Hebrew Asociation y la Catholic Youth Association. El deporte, como parte inseparable de la cultura popular de un país, no pudo permanecer al margen de los problemas de su sociedad. De aquí que la política de apartheid que de facto existía en los EE.UU. con la población negra, también se dio en el deporte, donde jugadores y atletas de color estaban obligados a participar en sus propias competiciones, al margen de las grandes ligas o campeonatos, tanto universitarios como profesionales, donde sólo podían participar blancos. A partir de los años 30 comenzaría a cambiar el signo de los deportistas de color. Atletas como Jesse Owens ganarían para EE.UU medallas en los JJ.OO de Berlín (1936) ante la incredulidad de Adolf Hitler. En contraposición, hasta la temporada 1950-51, no se les admitiría en la NBA, donde solo podían jugar blancos. En los años veinte, los hijos de inmigrantes no sólo debían saber el idioma, también debían de estar inmersos en las modas y aficiones de su ciudad, en definitiva, de su país. Conocer, sentir y hablar sobre las proezas deportivas de boxeadores o mitos del béisbol, era para los recién llegados a las grandes urbes una forma más de sentirse americano. El impulso que el deporte recibió en los EE.UU fue definitivo para su universalización. Antonio Rivero, doctor en Geografía e Historia y Licenciado en CAFYD
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