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Antonio Rivero, doctor en Geografía e Historia y Licenciado en CAFYD

02/07/2024

JJOO, nacionalismo y pedagogía

JJOO, nacionalismo y pedagogía Podemos afirmar que si hubo alguna corriente de voluntades que ayudó a la extensión universal del deporte, ésta fue la del Movimiento Olímpico Internacional. Pero no fueron británicos ni estadounidenses (países en los que el deporte obtenía sus mayores cotas de participación a finales del XIX), sino un francés, Pierre de Fredi, barón de Coubertín.

Fue el gran impulsor del movimiento olímpico y a la postre su gran promotor. Pierre de Coubertin pertenecía a una familia aristocrática. Creció en la Francia desmoralizada tras la derrota de Sedán ante Prusia en 1870 y temió que, en plena expansión imperialista europea Francia, pudiera quedarse atrás ante el empuje alemán,  la hegemonía británica y el gigante estadounidense.

Coubertin, gran patriota, pensaba que su país necesitaba nuevos valores morales. Como buen humanista, era un convencido de que la educación y la formación de los jóvenes era una fuerza fundamental para el restablecer el prestigio de la nación francesa y salvaguardar su posición como potencia cultural, económica y militar.

Así, desde esa perspectiva patriótica fue como comenzó su búsqueda para dar soluciones a los problemas de Francia y, circunstancialmente  empezar con su “cruzada deportiva”.

Viajó a Inglaterra numerosas veces. El contacto con la pedagogía deportiva de Thomas Arnold y con el movimiento de los “atletas cristianos” de Kingsley le marcó profundamente,  pero  su primer viaje a Norteamérica en 1890 y sobre todo su visita a la Universidad de Princeton fueron decisivos.

Tras estas experiencias pedagógicas basadas en el espíritu deportivo (fairplay, compañerismo, competitividad, etc.,) comunicó sus impresiones al ministro de instrucción pública francés. Así  acabó su informe: “...prosigamos nuestras reformas basadas en el ejemplo de Inglaterra y de América, y busquemos realizar el programa contenido en estas dos palabras: deporte y libertad”.

A partir de estos fines políticos y educativos para la mejora de su país empezó su obra olímpica. Para ello tuvo también mucha importancia la gran repercusión que en la prensa y opinión pública europea tuvieron los descubrimientos arqueológicos entre 1875 y 1881 del santuario de Olimpia, realizados bajo la dirección de historiador Ernst Curtius de la Universidad de Berlín. Este hecho le inspiró la idea de una reinstauración de los antiguos juegos olímpicos griegos como medio para la expansión de su admirada “pedagogía deportiva” no solo en Francia -donde encontró grandes dificultades para su puesta en marcha, dado el dominio que ejercían las pautas establecidas por la tradicional escuela gimnástica francesa-, sino en el ámbito  internacional.

Coubertin era conocedor de  algunos antecedentes en la organización de este tipo de juegos atléticos en Grecia con la celebración de los Juegos Panhelénicos en 1859, 1865, 1870, 1875 y 1888 aunque sin participación internacional. También en Inglaterra se celebraban desde el siglo XVII, las Olimpiadas de Costwold, donde se realizaban distintos juegos de competición de carácter local. En América se habían realizado diferentes enfrentamientos deportivos entre canadienses y estadounidenses. Todos estos acontecimientos deportivos sirvieron a Coubertin como argumentos que le animaron a plantear, en un foro adecuado,  la idea de la restauración de los Juegos Olímpicos basados en una filosofía moderna del deporte y que podría reunir cada cuatro años a representantes de las “naciones civilizadas” en un clima de amistad y competición deportiva.

Lo hizo por primera vez en la Sorbona, en 1892, durante una reunión de la Asociación Francesa de Deportes Atléticos, aunque sin consecuencias posteriores ni compromisos para llevar a cabo el proyecto. Tras su primer fracaso, Coubetin volvió con su proyecto dos años después, nuevamente en la Sorbona durante un Congreso internacional sobre amateurismo, al cual asistieron importantes personalidades y representantes de diferentes instituciones y asociaciones deportivas de diversos países -entre los cuales estaban los profesores de la Universidad de Oviedo: Adolfo Buylla, Aniceto Sela y Adolfo Posada-  y donde se incorporó en el orden de asuntos a tratar, la propuesta de organizar unos nuevos juegos olímpicos.

Coubertin trabajó mucho políticamente antes de este Congreso, que se celebró en  junio de 1894 con el objetivo de ganar para su causa a importantes personalidades que acudirían en calidad de miembros honorarios. Tras una enardecida presentación del proyecto por su parte, de los 79 delegados, que representaban a 49 organizaciones, pertenecientes a 14 países,  se votó por unanimidad el restablecimiento de los Juegos Olímpicos; era el 23 de Junio 1894.

Lo que en un principio comenzó como un proyecto nacional y educativo para los jóvenes franceses -que no pudo asentarse firmemente- fue la esencia para la creación del mayor acontecimiento deportivo de nuestros tiempos. Amateurismo y Fair Play serían las bases del olimpismo moderno, en las que Coubertín creía fervientemente.

El interés de Grecia por organizar la primeras Olimpiadas de la Era Moderna para conmemorar su independencia de Turquía, hizo que Atenas fuera elegida como sede de estos  primeros JJ.OO., en 1896. Una vez tomada la decisión del lugar y año de la celebración, se formó el primer Comité Olímpico Internacional, compuesto por quince miembros propuestos por Coubertin: Francia (el barón de Coubertin y Ernest Callot), Grecia (Demetrius Bikelas), Estados Unidos (el profesor William Milligan Sloane), Bohemia (el doctor Jiri Guth-Jabrovsky), Hungría (Ferenc Kemeny), Gran Bretaña (lord Ampthill y Charles Herbert), Argentina (el doctor José Benjamín Zubiaur), Nueva Zelanda (Leonard A. Cuff), Italia (el conde Luchesi Palli y el Duque D’Andria Carafa), Bélgica (el conde Maxime de Bousies) y Rusia (el general De Boutouwski).

Podemos observar la falta de presencia española en este primer Comité Olímpico, poco a poco, esta falta se iría subsanando, aunque no sin algunos contratiempos. La génesis del olimpismo español no fue fácil, al contrario que lo sucedido con su participación y protagonismo en la creación de las grandes asociaciones del fútbol internacional: UEFA y FIFA.

Para finalizar, podríamos decir que una combinación de aspiraciones nacionalistas e inspiraciones pedagógicas fueron las que guiaron a Pierre de Coubertin durante su lucha por la instauración de los Juegos Olímpicos modernos. Este año celebrarán en París su XXXIII edición.

Antonio Rivero, doctor en Geografía e Historia y Licenciado en CAFYD

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