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José María Buceta, psicólogo deportivo (http://chemabuceta.blogspot.com.es/)
12/03/2019 Vender la piel del oso...
En menos de una semana, el Real Madrid ha sido eliminado de la Copa del Rey, se ha despedido de la liga y ha caído en la Champions, sufriendo la humillación de tres derrotas consecutivas en su propio estadio, con un gol a favor y ocho en contra. No voy a analizar los motivos futbolísticos de estos malos resultados, pues para eso están los especialistas.
Sin embargo, es interesante observar cómo los elogios de hace sólo tres semanas, tras empatar en Barcelona y ganar a domicilio al Atleti y al Ajax, se han convertido ahora en disparos a diestro y siniestro. Sin duda, las derrotas contra el Barcelona han sido muy dolorosas por su inapelable contundencia y la constatación de los tumbos que el Madrid ha ido dando, ya desde la “planificación” de la temporada, tanto en el campo como en los despachos. Pero quedaba la Champions, y se quería creer que lo sucedido el año pasado se podría repetir (muy mala temporada en España, pero se gana la Champions), salvándose así los muebles. Por eso, ese 1-4 contra el Ajax ha sido especialmente sangrante. Centrándome sólo en lo psicológico, hay varios factores que, en cierta medida, han podido contribuir a que el Madrid haya quedado eliminado tras haber ganado allí por 1-2. El primero es este resultado tan favorable, pues hacía presagiar que el partido de vuelta sería “fácil”. En esa misma dirección apuntó la autoexclusión de Sergio Ramos con esa tarjeta amarilla provocada. Todo el mundo sabe que esto se suele hacer en el partido anterior a otro de trascendencia menor en el que la participación del sancionado no se considera necesaria, por lo que el mensaje del capitán estaba claro. El mayor impacto del liderazgo no está en las arengas a los compañeros o las declaraciones públicas que apelan a la tradición, el orgullo, echarle huevos o cualquier otro tópico de “ganador” que los aficionados quieren oír, sino en las acciones de quienes lideran, ya que son estas las que influyen decisivamente en las actitudes y comportamientos de los liderados. En este caso, el capitán vende el oso antes de cazarlo, y por eso se permite ausentarse del partido de vuelta como si fuera simplemente un trámite. Paralelamente, parece muy probable que la autoconfianza colectiva se hubiera debilitado tras los malos resultados frente al Barcelona. Ya en el segundo partido (el de liga), sin entrar en lo futbolístico, el ímpetu del equipo no fue el mismo. La sensación que dio fue de cierta aceptación de la situación, de saberse impotente a pesar de tener que superar un solo gol. En parte es lógico tras el varapalo y la eliminación de la copa en un partido en el que, jugando mejor, fue incapaz de hacer valer la ventaja que traía del partido de ida. La autoconfianza colectiva es un elemento psicológico de gran trascendencia para contrarrestar el estrés (la ansiedad) que conlleva un partido importante y favorecer el máximo rendimiento. En su ausencia, se cometen más errores, se cree menos en que el desafío es posible, predominan más la impulsividad y el esfuerzo individual por encima de lo colectivo y hasta es más probable que se produzcan lesiones (¿casualidad las dos lesiones en la primera parte frente al Ajax?). Otro factor a tener en cuenta es la ausencia de jugadores carismáticos en los papeles principales del equipo. No entro en si futbolísticamente es lo apropiado, pero para la cohesión de equipo no suele ser una buena medida. Evidentemente, esto no quiere decir que haya que poner a las vacas sagradas, hagan lo que hagan, en detrimento de compañeros que están mejor, pero es importante que los jugadores que más pueden sumar o restar se sientan muy involucrados, de forma que tiren del equipo y no al contrario; y si en un mes con tantos partidos trascendentes hay varios pesos pesados que apenas cuentan, mal asunto. En estas circunstancias, los partidos “trampa” (es decir, aparentemente más “fáciles”), como este contra el Ajax, son más peligroso aún, ya que, de manera más o menos consciente, se perciben como un pequeño respiro y, al mismo tiempo, una buena oportunidad para, casi con seguridad, sin necesidad de hacer un buen partido, borrar derrotas dolorosas y continuar vivos. El problema llega cuando las cosas no salen como preveía un guion que auguraba un partido de guante blanco. Evidentemente, había que jugar, pero no se esperaba que un equipo que ni siquiera lidera una liga menor, al que se había ganado en su casa y que necesitaba por lo menos dos goles, pudiera darle la vuelta a la eliminatoria. De hecho, el capitán se había autoexcluido pensando ya en el siguiente rival. Los dos goles del Ajax en los primeros 20 minutos, estropearon ese partido que se intuía cómodo. Entonces, la amenaza de un nuevo fracaso, la fragilidad de una autoconfianza colectiva débil y la falta de jugadores con peso que tirasen con eficacia del carro favorecieron que la ansiedad tomase las riendas, reflejándose en la precipitación, el desorden, la ausencia de criterio, la falta de puntería y, probablemente también, en cierta medida, las lesiones de dos jugadores que abandonaron el campo en la primera parte. Jorge Valdano denunció algunos de estos síntomas desde su posición de comentarista. Tras los goles del Ajax, subrayó repetidamente que el Madrid tenía que poner pausa en su juego, en vez de querer resolver el partido impetuosamente. Con acierto señaló que el equipo perseguía el gol en lugar de centrarse en jugar bien para, a partir de ahí, sumar en el marcador. Puede parecer paradójico, pero tiene mucho sentido. Sobre todo en momentos de mayor estrés y dificultad, para conseguir un determinado objetivo (en este caso, marcar goles), el camino no es obsesionarse con el objetivo en sí, sino centrar la atención en lo que hay que hacer para que ese objetivo sea más probable. Como es lógico, cuando queda poco tiempo, la estrategia será diferente a la que más conviene en la primera parte, pero en cualquier caso, se trata de controlar la situación mediante un esfuerzo colectivo inteligente, en lugar de actuar impulsivamente o yendo por libre. Se está destacando que, en este partido, se echó en falta a Sergio Ramos, tanto en lo futbolístico como en su capacidad de liderazgo. Seguramente, fue así. Pero el partido se juega desde mucho antes de los 90 minutos, y lo que parece que sí caló en las semanas y los días previos fue su inconfundible mensaje: No hace falta que yo juegue; podemos vender, ya, la piel del oso. José María Buceta, psicólogo deportivo (http://chemabuceta.blogspot.com.es/)
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