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Mª José Canales
04/02/2013 Indicadores para el personal trainer
Cualquier persona que quiera dedicarse a formar a otros debería saber si está capacitado para ayudarles a sacar lo mejor de sí mismos y conseguir el máximo rendimiento. Entrenadores, preparadores físicos o personal trainer necesitarían desarrollar y aprender habilidades psicológicas para manejar la “presión” en los encuentros.
Por ejemplo, el nerviosismo por parte de un entrenador puede ser contagioso. De ahí que los buenos entrenadores posean un excelente control de sí mismos. Por eso, aunque estén a punto de explotar, debido al estrés, cuando sus deportistas los miran, tienen que dar la impresión de que todo va bien. Como primera medida para establecer un buen clima comunicacional, es necesario que el entrenador sea creíble en todos sus mensajes. Estos deben ser coherentes y siempre que sea posible, expresados con palabras claras que reflejen un clima emocional positivo. Siempre van a causar mejor efecto en los procesos de entrenamiento los reforzadores verbales positivos que los negativos. Es conveniente que éstos últimos sean los menos y en general acompañados de una buena explicación del error cometido. Se calcula que el 75% de nuestra comunicación es no verbal. Los entrenadores, al igual que otras muchas personas, prestan mucha atención a sus comunicaciones verbales, pero no suelen prestar atención consciente a la forma en que exteriorizan las conductas que acompañan a las comunicaciones verbales. Estas conductas que acompañan necesariamente a las comunicaciones verbales pueden ser tan importantes como el propio lenguaje verbal. Con frecuencia no se advierten las conductas sutiles de comunicación. En algunas ocasiones se puede estar comunicando verbalmente que es viable el triunfo, mientras el lenguaje no verbal denota que está convencido de la derrota. Cuando un entrenador hace comentarios positivos tienen que basarse en dos supuestos: que él mismo se los crea y que sean realistas. No se puede permitir llevar a las sesiones de entrenamiento sus problemas personales, su cara, sus gestos, tienen un efecto increíble en los deportistas. Si se muestra malhumorado, huraño, agresivo, con decaimiento, repercutirá negativamente en la disposición de entrenar y en los rendimientos a conseguir. En este caso su comunicación no verbal está siendo proyectada negativamente sobre aquello a los que tienen que entrenar. Las explosiones de mal carácter dañan negativamente la imagen del preparador, fundamentalmente desde el punto de vista educativo y socavan su autoridad. Es de vital importancia que el entrenador mantenga una conducta uniforme, de lo contrario, produciría en aquellos a los que entrena un estado de inseguridad y de insatisfacción. En esta sentido es importante señalar la necesidad de mantener una estructura de comunicación estable tanto en los entrenamientos como en las competiciones. Comunicar es más que hablar, es un proceso entre personas, una cuestión de sensibilidad y capacidad. Y solo puede darse si existe el deseo y la habilidad de comunicarse. Comunicarse bien es un proceso continuo, algo sobre lo que se necesita trabajar todo el tiempo. Por tanto, alguien que está en contacto con otras personas, que tiene que hacerse entender y a quien hacer llegar sus ideas tiene que estar informado en las nuevas estrategias de comunicación. Observando qué factores de la comunicación fallan y tomar las medidas necesarias para corregir esta situación. Las características de una buena comunicación son: Comunicación clara, positiva y abierta. El entrenador debe poder reconocer la necesidad que tiene los deportistas de ser escuchados. Debe estar atento a lo que se dice y en cómo se dice para evaluar la Postura del deportista y hacerle llegar las sugerencias adecuadas. Respetar el derecho que muchos deportistas tienen a expresar sus temores, dolores, alegrías, ansiedades, que a veces afectan al rendimiento deportivo. En general hay que escuchar los sentimientos e impresiones de los atletas y preguntar su opinión, por ejemplo, acerca de las reglas del equipo. El implicar a los deportistas incrementa su compromiso hacia el programa. Uno de los temores más extendidos entre los entrenadores es tratar de forma diferente a cada deportista por miedo a ofender a alguien. Sin embargo, cada individuo es único y la forma de que lo sea realmente es aceptar esa individualidad y que cada uno contribuye parcialmente a la contribución total. Tratar a cada deportista de forma personalizada cambia la forma mecánica de concebir el deporte para conseguir cada uno lo mejor de sí mismo. Observar las diferencias individuales y trabajar para cubrir las necesidades específicas de cada persona, es importante, pues la situación concreta, las estrategias mentales y las metas particulares pueden ser diferentes para cada individuo. Otra parte esencial es la comunicación tras la derrota. Es con frecuencia, difícil, pero es necesaria. Puede ser que algunos deportistas necesiten ayuda para recuperarse después de una derrota. También aquí el entrenador encontrará diferencias y debe conocer a sus deportistas y estar preparado para este cometido mediante la comunicación adecuada. Un deportista, como cualquier otra persona, necesita apoyo después de un fracaso. Se necesita comprobar que uno es importante como persona y no solo por los resultados deportivos que consiga. Algunos piensan que ante una derrota es mejor ignorarla, pero ignorar una derrota no es la actitud más constructiva. Es mejor examinar lo que ocurrió y aprender de la experiencia para la próxima vez pero sin juzgar a nadie. La actividad deportiva conlleva comunicación y ésta influye en los sentimientos del equipo, de igual manera que los sentimientos influyen en la comunicación y ésta en la actividad que se realiza. Son variables que constituyen parte del sistema de un equipo o de un deportista en solitario. Cuando una de estas variables falla puede llegar a debilitar a las otras y cuando una se fortalece puede potenciar a las que se encontraban debilitadas o en conflicto. Este proceso de la comunicación constituye uno de los eslabones más débiles para algunos entrenadores, que no toman en cuenta los principios básicos de estos procesos comunicacionales, ni la individualidad de los deportistas a la hora de establecer un feedback adecuado. Los psicólogos debemos asesorar de manera eficaz a los preparadores sobre estos aspectos, para que su labor de influencia resulte más positiva. Mª José Canales, psicóloga clínica (www.psico-terapia.com)
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