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Instituto Universitario CEU Alimentación y Sociedad

26/04/2024

El 75% de los jóvenes vulnerables sufre alguna inseguridad alimentaria

El 75% de los jóvenes vulnerables sufre alguna inseguridad alimentaria El Instituto Universitario CEU Alimentación y Sociedad presentó el estudio piloto “Vulnerabilidad social como predictor de hambre oculta y adecuación nutricional en población infantil y juvenil en áreas metropolitanas de España”. El 75% sufre alguna inseguridad alimentaria y únicamente el 15% presenta una adherencia alta a la dieta mediterránea.

La razón es que gran parte de la población infanto-juvenil no cumple con las recomendaciones de consumo de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC), adquiriendo hábitos alimentarios que, una vez aprendidos y mantenidos durante la infancia y la adolescencia, son difíciles de cambiar en la edad adulta.

El objetivo de este trabajo, que se ha llevado a cabo en 175 menores en situación de vulnerabilidad social en áreas metropolitanas de España, era investigar qué relación tiene la posibilidad de llevar una dieta nutritiva y adecuada con poder adquisitivo, el nivel de desigualdad o discriminación y el estatus social.

Según las conclusiones, dentro del total de la muestra, el 29% presenta una situación de inseguridad alimentaria severa. Si se analiza de manera específica la población que presenta algún tipo de inseguridad alimentaria, 1 de cada 4 (27%) reconoce que se ha ido alguna vez a dormir con hambre por falta de comida.

Gregorio Varela Moreiras, director del Instituto Universitario CEU Alimentación y Sociedad (IUAyS-CEU) de la Universidad CEU San Pablo, explica que la inseguridad alimentaria abarca no sólo la falta de recursos económicos para obtener alimentos nutricionalmente adecuados, sino también la incapacidad de acceder a los mismos por no saber cuáles son aquellos con mayor calidad nutricional: “La prevalencia de la seguridad alimentaria de los voluntarios participantes evidencia que más de la mitad de la población del estudio se encuentra en algún tipo de riesgo de inseguridad alimentaria. La calidad de la dieta de los niños y adolescentes que han participado necesita cambios urgentes, debido a que se constata el consumo frecuente de alimentos de baja o moderada calidad nutricional, desplazando así el consumo de verduras y hortalizas, frutas, pescado y productos del mar, entre otros, cuya calidad nutricional es alta, siendo esenciales para nuestro organismo”.

El informe revela también que más de la mitad (54%) de estos niños y adolescentes en situación de vulnerabilidad y con inseguridad alimentaria ha estado preocupado por la falta de algunos alimentos en su hogar en el último mes. Concretamente, el 47% afirma que, tanto ellos mismos como alguno de los miembros del hogar tuvieron que comer alimentos que realmente no querían, por falta de recursos. Incluso, el 23% ha indicado que tuvo que hacer menos comidas en un día porque no había suficiente comida, y el 11% ha asegurado que pasó un día y una noche enteros sin comer nada porque no había bastantes alimentos.

La dificultad de acceder a alimentos hace que las carencias nutricionales se comiencen a observar a edades cada vez más tempranas, también en los países desarrollados, con un incremento de formas de malnutrición como el sobrepeso o la obesidad. En este sentido, en España, uno de los países de la Unión Europea donde se da una alta correlación entre la tasa de riesgo de pobreza infantil y de obesidad, el porcentaje de niños con obesidad se duplica en los hogares con menos ingresos (23,7%), en comparación con los que tienen más ingresos (10,5%).

Rosaura Leis, presidenta de la Fundación Española de la Nutrición (FEN), subraya la relación entre las altas cifras de sobrepeso y/u obesidad en niños y adolescentes españoles con la pérdida de adherencia a nuestras dietas tradicionales, Mediterránea y Atlántica, en pro de otras dietas ricas en energía, pero de escaso valor nutricional: “La alimentación en los primeros 1.000 días de vida y durante la infancia y adolescencia es fundamental para la prevención de enfermedades y la promoción de la salud a corto, medio y largo plazo. Una de las estrategias prioritarias para luchar contra este hambre oculta podría ser la promoción del consumo de nuestra dieta y gastronomía tradicional, ya desde la infancia. Para ello, la escuela y la familia, especialmente los cuidadores abuelos, deben jugar un papel fundamental”.

Aunque la dieta mediterránea es uno de los modelos dietéticos más saludables que existen en la actualidad, tan solo el 15% del total de la población infanto-juvenil analizada presenta una adherencia alta a este modelo, presentando un 57% de ellos una adherencia media y un 28% una adherencia baja. De hecho, existe evidencia científica que confirma que, cuanto más alto es el nivel de educación y socioeconómico, mayor es la adherencia a la dieta mediterránea.

Entre los factores que se relacionan con una baja adherencia a la dieta mediterránea en la infancia y adolescencia, se encuentran los individuales (preferencias y aversiones, desconocimiento sobre nutrición o biológicos); los factores colectivos (económicos y sociales); el sedentarismo (videojuegos y televisión) o una baja tasa de actividad física deportiva.

A esto se suma que el consumo de alimentos mediterráneos, como la verdura, la fruta o el pescado ha quedado desplazado por la ingesta excesiva de alimentos como carnes rojas, embutidos, productos azucarados o precocinados, o aperitivos salados.

Para acceder al estudio, pinche aquí.

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