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Juan Ángel Gato
25/05/2015 El juego limpio
El deporte es toda actividad física con carácter de juego, que adopta formas de lucha consigo mismo o con los demás o en una confrontación con los elementos naturales. Si implica competencia, siempre habrá de realizarse con espíritu deportivo. Sin “juego limpio” no puede haber verdadero deporte. Así entendido, constituye un medio de educación.
El “juego limpio” es la esencia, el “sine qua non” de todo juego o deporte que sea digno de tal nombre. Es esencial, tanto en un deporte profesional como en otro aficionado. Exige una sumisión a los reglamentos no sólo estricta, sino también complacida y espontánea, una sumisión tanto al espíritu como a la letra de las normas. Todo esto implica respeto tanto para el oponente como para uno mismo. Sin “juego limpio”, una competición deportiva puede convertirse en una experiencia degradante y humillante. Si se difunden los brotes de juego desleal, se perderá el valor pedagógico del deporte, su valor como medio de esfuerzo y disfrute colectivo. El deporte debe ser parte integrante en todo sistema educacional. Se precisa para la educación equilibrada y completa de los jóvenes a los que prepara para la sana utilización de sus ocios en la edad adulta. Pero en nuestro actual sistema educativo no se tienen en cuenta estas importantes circunstancias y valores del deporte, no admitiendo el incremento del horario semanal dedicado a la actividad física-deportiva en los centros educativos. Resulta lamentable que nuestros políticos pasen de ello. Los deportistas deben obedecer con absoluta lealtad al espíritu y la letra de los reglamentos, respetando a sus contrarios y a los árbitros y jueces en todas las etapas de la competición, y mantener un actitud correcta con el público. En todo momento deberá mostrarse dueño de sí mismo, manteniendo la calma y su dignidad, empleando toda su fortaleza y preparación para el logro de la victoria, pero deberá ser capaz de evitar descorazonamiento que pueda acompañar a la derrota o de la vanidad que algunas veces emana del triunfo. La mejor recompensa consiste en la sensación de bienestar y en la alegría que nace del esfuerzo. Pero no podemos dejar de un lado las condiciones del dirigente deportivo que se enfrenta con una misión de educación física y moral y debe mostrarse digno de su responsabilidad de comprender la naturaleza social del deporte, practicado en ratos de ocio, intentando crear en el grupo que dirige una amplia base de solidaridad que trascienda de los simples intereses deportivos. Siempre deberá estar inspirado por el ideal de promover el desarrollo humano a través del deporte, vigilando que se respete “el juego limpio”, permitiendo así que el espíritu del deporte se desarrolle en servicio del humanismo y de la paz. Juan Ángel Gato, presidente del Coplef de Madrid
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