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José María Buceta, psicólogo deportivo (http://chemabuceta.blogspot.com.es/)
27/12/2017 Niños humillados
Pensaba no volver a escribir sobre esto, pero me pueden los comentarios sobreprotectores que se escuchan cada vez que hay un resultado abultado en el fútbol benjamín o alevín. Esta vez ha sido en Las Palmas, donde en un partido de niños de 10 años, el equipo de la Unión Deportiva ha vencido a un equipo modesto, la UD Las Coloradas, por 47-0.
En la mañana del pasado lunes, 18 de diciembre, lo más probable es que Cristiano hubiera defecado sin ningún problema y a Messi le hubiesen funcionado bien todos los electrodomésticos, porque sorprendentemente, el espacio de deportes del telediario de una destacada cadena nacional abrió con la noticia de este "escandaloso" resultado ilustrada con un contundente rótulo: “Niños humillados”. Después, lo de siempre: que en estas edades lo importante es la educación (¿qué educación?), que si los valores del deporte (sin decir cuáles son), que hay que hacer algo para que los niños no tengan traumas (sic), que a partir de 5 o 10 goles de diferencia no se deberían anotar más goles en el acta del partido… El entrenador de la Unión Deportiva, al que al parecer algunos medios han culpado de tan grave afrenta, se defendió diciendo que había dado instrucciones a sus jugadores para que se centraran en objetivos diferentes a meter goles (!); sin embargo, visto lo visto, lo de jugar un partido de fútbol sin intentar meter el balón en la portería contraria fue algo que estos chavales de 10 años no comprendieron; además, teniendo en cuenta que el adversario es el último de la clasificación y ha recibido palizas de otros muchos equipos, lo difícil era no marcar; salvo que hubieran quitado la portería, idea que no tardará en aportar algún insigne “pedagogo” o “psicólogo”. Un adulto vinculado al equipo derrotado, preguntado por cómo estaban los niños, dijo que se sentían mal “por todo lo que se estaba hablando en los medios de su derrota”. No por la derrota en sí, sino por toda la bola que se le estaba dando. ¿Qué puedo añadir que no haya dicho otras veces? Nada nuevo; sólo insistir. En estas edades, se puede practicar actividad física no competitiva o deporte de competición sin darle trascendencia a los resultados, la clasificación, etc., pero si se compite, se compite; y los niños tienen que aprender a competir con dignidad y aceptar cualquier resultado. Perder de paliza no es humillante. Somos los adultos quienes fomentamos que pueda serlo a través de nuestros comentarios en los medios de comunicación y las redes sociales o presentándoselo así a los chicos. Perder de paliza es una gran oportunidad para fortalecerse y empezar a comprender mejor la vida. Obviamente, si eso sucede todos los fines de semana será muy frustrante y repercutirá en que los niños se desanimen y quizá quieran abandonar, por lo que no es aconsejable que acontezca como norma, pero en ningún caso ocasionará traumas que impidan el desarrollo saludable de los participantes. Por favor, ¡no inventemos chorradas! Lo mejor es que un equipo que compite, lo haga la mayoría de los partidos contra adversarios de nivel similar, pero no pasa nada porque de vez en cuando reciba o dé una paliza. Y si un equipo, como sucede en este y otros casos, recibe palizas todas las semanas, es que no está participando en la competición que le correspondería. Siendo así, la responsabilidad del repetido desequilibrio brusco en el marcador no es de quienes ponen su empeño en marcar goles (que es el objetivo de un partido), sino de aquellos adultos que han inscrito a ese equipo muy débil donde no debían. ¿Es que sólo existe esa liga? En fútbol es raro que no haya otras opciones, pero si no las hubiera, sería más razonable que hasta tener el nivel que les permita competir con cierta igualdad frente a rivales que ahora son superiores, la actividad deportiva de esos chicos se organizara de otra manera: por ejemplo, con entrenamientos para mejorar y una competición interna. Es cuestionable si los clubes grandes como la Unión Deportiva u otros, deben tener equipos de niños de 10 años. Probablemente, no. Reúnen a los mejores jugadores de su entorno debilitando a sus adversarios, y disponen de mejores medios para prepararse, por lo que, habitualmente, su experiencia competitiva es dar paliza tras paliza a rivales muy inferiores. ¿Es eso lo mejor para que esos niños que ahora destacan se superen? Evidentemente, no; y de hecho, la gran mayoría no llega muy lejos. Pero esta es otra cuestión que no debe desviarnos del tema que hoy nos ocupa. Ya sea siendo superior, similar o inferior al adversario, si se participa en un partido de competición es, como su nombre indica, para competir; y en el fútbol, eso supone esforzarse al máximo para meter goles y que no te los metan. Se habla de los valores y de la educación por encima del rendimiento deportivo. De acuerdo; pero ¿qué valores son esos? ¿no esforzarse al máximo? ¿es eso educativo? Respetar al adversario no es darle facilidades, sino actuar con deportividad, sin mofarse ni excederse en los signos externos cuando se le está ganando ampliamente. Con ese respeto no se le humilla. Sin embargo, es muy humillante saberte inferior y ver que el rival superior no quiere tirar a gol porque le das pena. ¿Dónde está la dignidad de los que pierden? ¿Está en que el resultado no sea abultado, o en que el rival te haya respetado de igual a igual? ¿Niños humillados porque les golean, o porque les tratan como pobres futbolistas de categoría ínfima que necesitan un trato de caridad? Y lo de parar el marcador, algo que por lo visto se extiende en esta contradicción de deporte de competición pero sin competir, es de lo más aberrante y humillante que he oído en mi vida. Por mucho que se dejen de anotar oficialmente los goles o las canastas, se seguirán contando de forma encubierta y todos sabrán cuál es el verdadero resultado. ¿Por qué esa sobreprotección? Hablamos de que el deporte debe educar y, sin embargo, enseñamos a los niños a ignorar la realidad y creer en una mentira para que se sientan mejor. ¿Educativo? ¿Valores? Es mucho más humillante tener que explicar que se tuvo que cerrar el acta porque el otro equipo llevaba 10 goles de ventaja en el minuto 20, que decir que se jugaba contra un equipo muy bueno y nos metieron un palizón. Es más, como señalé antes, esto último no es humillante, sino parte del juego de un partido de competición. Y la experiencia de muchos años en el deporte es que, por muy abultada que sea, los chicos aprenden a asumir la derrota siempre que los adultos que los rodean la acepten con naturalidad. Los que hablan de humillación son los entrenadores, los directivos y los padres. Ellos son los que se sienten humillados o interpretan que los chicos lo están. Es el ego de los adultos el que sufre, y a eso se une la tendencia a sobreproteger a los niños. Qué siempre se diviertan; qué siempre estén contentos; qué no tengan la más mínima contrariedad, decepción o frustración.¿Es esta la educación para la vida? En “Alicia en el País de las Maravillas”, hay una carrera en la que los participantes salen y llegan desde y hasta donde mejor les parece, y al final, el veredicto del pájaro dodo es que todos han ganado y, por tanto, todos deben obtener el premio. Cuando el deporte se convierte en esto, puede seguir siendo fuente de entretenimiento, pero pierde su fuerza como herramienta educativa y de desarrollo de valores. La competición es un instrumento muy valioso para aprender a superarse, tolerar la frustración, perseverar, endurecerse y buscar la excelencia respetando a los compañeros, los adversarios y las reglas. Una herramienta poderosa que enseña a aceptar que unos ganan y otros pierden y ofrece la oportunidad de aprender a gestionar a ambos “impostores”: la victoria y la derrota; la alegría y la decepción. Evidentemente, la dosis competitiva debe ser la adecuada en función de la edad y el nivel de los participantes, pero eso no quiere decir que haya que tergiversar con normas absurdas lo que en realidad supone competir. ¿Por qué no exigir que todos los equipos, obligatoriamente, tengan que marcar un mínimo de goles para que así los chicos se vayan contentos y no tengan traumas? En la última parte del partido, el portero del equipo que vaya ganando por muchos goles se tendría que dejar meter un par de ellos (¿educativo?). Y aunque no se metieran esos goles, el acta del partido podría reflejar que sí se consiguieron (¿educativo?). También se podría obligar a los que son mejores a jugar a la pata coja, o quitar la portería del equipo que vaya perdiendo para que no le metan más goles. ¿Más ideas para potenciar el valor "educativo" del deporte? El problema no está en la competición ni la solución en adulterar su esencia, sino en cómo manejamos los adultos una herramienta tan potente. Hay entrenadores que se obsesionan con ganar a toda costa; padres que presionan y sobreprotegen a sus hijos deportistas; organizadores que inventan reglas para justificar su presencia; y medios de comunicación que aprovechan resultados llamativos para denunciar supuestos agravios de los que pronto se olvidan. Por suerte, hay muchos adultos que actúan con responsabilidad y entienden que los protagonistas son los niños y no sus propios egos, ideas disruptivas o emociones cambiantes. Estos comprenden, y obran en consecuencia, que compitiendo de verdad, con días mejores y peores, alegrías y frustraciones, los deportistas jóvenes se hacen más fuertes para afrontar la vida, y que tanto la exposición y exigencia inapropiadas como la sobreprotección anulan o minimizan este valioso efecto. “Hemos perdido 47-0 y nos vamos con la cabeza alta porque hemos hecho lo que hemos podido y los rivales eran mucho mejores. Enhorabuena a ellos. Y gracias por habernos tratado con respeto, sin que les diéramos pena. Ahora estamos algo desanimados, un poco hundidos. Es lo lógico. Pero el martes volveremos a entrenar y a pasarlo bien jugando al fútbol. Y la semana que viene tenemos otro partido. A ver si lo hacemos mejor que hoy”. Con el propósito de aprovechar el deporte para desarrollar la fortaleza mental y fomentar valores clave para afrontar la vida, sería más coherente que los adultos ayudáramos a que los chicos reaccionasen más o menos así, en lugar de insistir en el absurdo de que se les ha humillado o plantear que el acta del partido debería reflejar una mentira. ¿Niños humillados, o adultos que perdemos la oportunidad de educarlos?. José María Buceta, psicólogo deportivo (http://chemabuceta.blogspot.com.es/)
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