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José María Buceta

08/06/2015

¿Ganar o superarme?

¿Ganar o superarme? En los entornos competitivos la motivación se nutre de desafíos y resultados en competencia con otras personas. Compararse con los demás tiene una gran trascendencia en la infancia y la adolescencia, por lo que medirse en el deporte de competición y ser mejor que los otros, alimenta la motivación de muchos chavales por la actividad deportiva.

Esta tendencia natural, presente en bastantes casos, puede ser un buen motor para que los muchachos se esfuercen por lograr los mejores resultados, y propiciar emociones intensas muy dispares según se consiga, o no, el objetivo de ganar a los rivales: mucha satisfacción y euforia en la victoria; gran frustración y desánimo en la derrota.

En consonancia, es frecuente que los que ganan o muestran su superioridad con asiduidad, sean los que siguen motivados por hacer deporte, mientras que aquellos otros que suelen perder se desaniman y abandonan. Los buenos resultados frente a otros motivan mucho; pero la falta de esos resultados puede propiciar una enorme frustración y una peligrosa percepción de fracaso e indefensión, siendo muy probables la ausencia de satisfacción, el estrés perjudicial, las lesiones, el dopaje, el abandono y hasta los trastornos psicopatológicos como la depresión.

Cuando las cosas van bien, o para superar un tropezón (siempre que se disponga de los recursos y la confianza necesarios), este tipo de motivación puede ser positiva, pero conlleva un alto riesgo cuando no se gana con frecuencia, o se deja de ganar, y el deportista no sabe qué hacer para cambiar ese signo. Por tanto, la motivación que se apoya en la comparación con otros es una motivación de riesgo que hace muy vulnerables a los jóvenes deportistas (también a los adultos que deben competir en cualquier campo).

Ahora bien, teniendo en cuenta que la motivación por superar a los demás es esencial en el deporte de competición, y que la tendencia natural es esa, el problema no está en que esta motivación exista, sino en que superar a otros sea el único indicador de progreso y la única fuente que alimente la motivación. ¿Qué hacer entonces? Compensar esta tendencia. ¿Cómo? Desarrollando paralelamente una motivación por los desafíos y los resultados respecto a uno mismo. Esta motivación no depende de ganar a otros, sino de la superación personal: la mejora y los logros que dependen de uno. En un equipo, se puede desarrollar tanto a nivel colectivo como individual: los retos del equipo como conjunto respecto a sí mismo; y también respecto a sí mismos, los desafíos personales de cada jugador.

Para potenciar esta motivación y propiciar, así, una motivación compensada, resulta apropiado establecer objetivos de mejora con independencia de los resultados frente a otros, evaluar directamente esos objetivos y reconocer los logros que respecto a tales objetivos se consigan. El deportista debe percibir que el entrenador y sus padres valoran sus progresos por sí mismos, con independencia de los resultados frente a otros. Con este propósito, los adultos deben acentuar objetivos centrados en la realización de acciones concretas y resultados como, por ejemplo, el tiempo en una prueba respecto a otra anterior. De esta manera, la tendencia de los muchachos a autoevaluarse por los resultados frente a otros deportistas, quedará compensada por la autoevaluación a través de indicadores que dependan más de su actuación, potenciándose la percepción de control, la autoconfianza y una motivación más equilibrada.

Fomentar la motivación compensada es muy relevante con chicos que son muy competitivos, y especialmente trascendente con los que obtienen éxitos tempranos; es decir, los que suelen ganar o ser mejores que sus compañeros cuando son pequeños. Si su motivación se alimenta fundamentalmente de estos éxitos, serán muy vulnerables cuando, más adelante, estos no sean tan frecuentes; algo bastante probable en la mayoría de los casos.  Son los mejores y lo ganan casi todo hasta que surgen otros que los superan, y a partir de entonces, tras crisis emocionales, lesiones y una gran pérdida de motivación, abandonan; a veces muy frustrados y minimizados como personas.

Para los padres, esta información puede resultar muy útil. En lugar de destacar ante sus hijos que hayan ganado o perdido un partido, el puesto en que hayan quedado, si han metido más goles que los demás y otras cuestiones que acentúen los resultados respecto a otros chicos, es más apropiado que se centren en el rendimiento del chico respecto a sí mismo; y sobre todo, en las acciones más que en los resultados: es decir, más en lo que hacen que en lo que consiguen. Una buena actuación de los padres en este sentido puede influir favorablemente en la evolución deportiva y humana de los chicos, ya que, salvo en casos excepcionales,  la motivación compensada es fundamental para que permanezcan en el deporte y, en la medida de sus posibilidades, avancen y se beneficien de este.

Para que los padres puedan desempeñar con acierto esta función, es importante que conozcan los objetivos deportivos de su hijo y cuáles son los indicadores que se consideren válidos para mostrar su progreso. Por tanto, la comunicación entre entrenador/club/escuela y padres es clave para informar a los progenitores sobre estos aspectos. En ausencia de esta información, o si el hijo rechaza cualquier comentario al respecto, los padres pueden ayudar simplemente no destacando los resultados. Pueden preguntar qué ha sucedido, claro. Pero sea lo que sea, conviene que lo acepten con naturalidad. Punto. Ni organizan una fiesta cuando el chico gana, ni hacen una tragedia cuando pierde. Tampoco es conveniente que hablen continuamente del resultado de la competición, ni que comparen al hijo con otros chicos. Y cuando se presente la oportunidad y proceda, será bueno que destaquen los progresos y los esfuerzos: es decir, en lo que el chico haya mejorado, y lo que haya hecho para mejorar.

Así, los chicos aprenderán que no es ganar lo que sus padres valoran, sino su esfuerzo para conseguirlo; que el camino para ganar es superarse, y que por tanto, es en esto en lo que se deben centrar; que los desafíos respecto a uno mismo son muy motivantes y proporcionan muchas satisfacciones; que es la motivación por superarse la que verdaderamente engancha al deporte.

Este conocimiento también se puede aplicar en otros contextos. En general, la motivación compensada  puede ser beneficiosa para todos los que de una manera u otra, competimos con otros. Centrándonos en lo que depende de nosotros, en los avances que logramos sin compararnos con los demás, tendremos una motivación más sólida, de menor riesgo. Y ambos tipos de motivación, superarnos a nosotros mismos y (si procede) ser mejor que otros, no son incompatibles. El equilibrio entre ambas es lo que proporciona una motivación mejor. ¿Ganar o superarme? Primero y siempre, superarme. Y como consecuencia de eso (cuando proceda), ganar.

(Basado en un estrato de mi libro “El mejor es mi hijo, y además es mi hijo”, que estará en la calle en las próximas semanas. "Un manual de cabecera para padres de deportistas jóvenes, que también se recomienda a entrenadores, directivos, psicólogos y otros actores involucrados en el deporte infantil y juvenil").

José María Buceta, psicólogo deportivo (http://chemabuceta.blogspot.com.es/)

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