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Juan Andrés Hernando

26/08/2013

Sin educación no hay cultura

Sin educación no hay cultura Se habla mucho de “deporte” y se le define siempre, tanto organismos públicos nacionales como internacionales, como una actividad que tiene un gran componente de “transversalidad”. Pero, ¿alguien conoce alguna política de transversalidad que cuente con el deporte como generador de la misma, más allá de ejemplos que hay en Vitoria?

A principios de los 80, el alcalde de Vitoria definía la política con la que se crearían los Centros Cívicos, donde se entendía la transversalidad como algo natural y positivo en la gestión de los servicios públicos:

“Los Centros Cívicos de Vitoria-Gasteiz son espacios públicos que ofertan un conjunto equilibrado de equipamientos sociales, culturales y deportivos con la pretensión de desarrolar de manera íntegra a la persona, fomentar la convicencia y portenciar la participación ciudadana en la vida del barrio y de la ciudad. Están distribuidos por los ditintos barrios, formando una red singular y pionera que tiene la virtud de llegar, con sus múltiples y variados servicios estratégicamente distribuidos, a toda la población. Y es que la cualidad principal de estos espacios es su cercanía al ciudadano, que permite a cualquier persona sin excepciones ni distinciones, participar en un sinfín de actividades culturales, sociales, creativas, recreativas, deportivas y harta burocráticas”. (Fuente: "Catálogo de los primeros Centros Cívicos”, Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz).

Lo que me preocupa más es la transversalidad, o más bien la falta de la misma,  en “la escuela” y en los ayuntamientos, si allí (en la educación y en las políticas) no es posible materializarla, tampoco es viable que lo sea en el resto de “la sociedad”.

Estoy cansado de ver colegios con malas condiciones en los espacios deportivos y aún peores en los espacios higiénico sanitarios, los vestuarios, duchas, etc.. y, sin embargo, se hacen clases de EF con aparente “normalidad”. Las generalizaciones siempre son injustas con aquellos que hacen bien, y muy bien, su trabajo pero... en lo que conozco son los menos, y les pido disculpas, ellos saben mejor que nadie lo que es luchar por estos valores.

Creo que ningún profesor de Química haría clase sin un laboratorio en condiciones ni uno de informática sin ordenadores que funcionen adecuadamente. ¿Por qué los profesores de EF sí que las hacen? ¿Cómo es posible que al claustro de profesores no se les caiga la cara de vergüenza por ver en qué condiciones se hacen esas clases? Y no me refiero solo a la calidad de los espacios, sino a esa falta de valor, que demasiado habitualmente el claustro e incluso el ministerio correspondiente, le da a la asignatura al quitarle horas, quitarle ciclos, en suma quitarle valor.

Le he dado vueltas al tema y la respuesta es muy fácil, “sin educación no hay cultura” y quien ha estado mal educado, en al ámbito que nos ocupa, no es capaz de saber de qué estamos hablando (quizás, de aquella “maría” que llamábamos “gimnasia”) y, por lo tanto, no es sensible a la situación, ni quizás consciente, a pesar de los asesores que se le suponen. ¿Cómo se ha de comportar el profesor de Educación Física en este tipo de escenarios? Es muy poca cosa ante un claustro de ignorantes o maleducados en esta materia, que no solo no son capaces de pensar en la transversalidad de las materias  como la EF sino que arañan hasta las horas de práctica e infravaloran la importancia de la misma.

Creo que esta reflexión de la transversalidad traspasa fronteras escolares, ya que también incide en una grave carencia de credibilidad en los partidos, tras ver la praxis de sus comportamientos políticos post-electorales.

Alguien les debería haber enseñado (y estoy plenamente convencido de que en primera instancia es en la escuela y a posteriori en otros ámbitos sociales/ políticos/ administrativos), aquello que dijo Séneca de “Mens Sana in Corpore Sano” o aquello de que “Alguien nos debe dar a conocer el vehículo que nos ha tocado usar en nuestra propia vida” y cómo aplicar el manual de uso y disfrute de nuestro “Yo” absoluto, a partir de esa información elemental que nos ayudaba a conocer nuestras características para usar y disfrutar del mejor y único vehículo vital que vamos a tener a lo largo de toda nuestra vida.

Hace mucho que hablo de ello, pero o el silencio o las nubes se llevan todas estas cuestiones que, hechas en público y personalizadas, en general quedan sin respuesta, ya que afrontar el tema en la mayor parte de las ocasiones te lleva a tener que asumir frustraciones debidas a tus claras limitaciones sectoriales para estar en condiciones de poder intervenir.

No obstante, no soy pesimista, somos seres racionales y tenemos margen de mejora, por lo que creo que en algún momento “el bien común” se deberá ir imponiendo y recomponiendo “estructuras optimizables”, con el apoyo de cada una de las partes implicadas en eso que llamamos “transversalidad en el deporte”.

Y, si esto ocurriera, y se pusieran en valor los rendimientos tangibles y los intangibles (externalidades) de las actividades físicas y deportivas y el impacto en sus entornos, sería más fácil de hablar de la importancia económica y social del  “sector deporte”. Seguramente, esta puesta en valor traería consecuencias como la de reclamar, con criterio, políticas y el liderazgo no compartido, del mismo en los equipos de gobierno.

Juan Andrés Hernando, presidente de la Asociación Iberoamericana de Infraestructuras Deportivas y Recreativas (AIIDYR)

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