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19/04/2016 La dirección del entrenador
Si hay algo que hace apasionante la profesión de entrenador, es una de las frases incrustadas en el mundo del fútbol desde hace tiempo y en la que todos suelen coincidir: “los equipos son el fiel reflejo de su entrenador”. Parece que se extrapola el estilo, carácter y personalidad del entrenador, al juego propiamente dicho de sus futbolistas.
La actitud que los entrenadores adoptan durante el partido puede aumentar o descender el rendimiento de sus jugadores. A menudo vemos entrenadores que cuando su equipo marca un gol, que les proporciona un buen resultado momentáneamente, se activan, corrigen y mejoran sus instrucciones, utilizan un lenguaje corporal más adecuado y transmiten con otra energía, mientras que si las cosas no van bien, gestualmente se aprecian sus lamentos, critican negativamente, y lo que es peor aún, se esconden o se refugian, sentándose en el banquillo como dando por perdida la situación a pesar de estar el balón aún en juego y quedar partido por delante. Curiosamente, cuando a un equipo no se le dan bien las cosas, es cuando más necesita de su entrenador, y no al revés. ¿Qué pensará un jugador de un equipo, si cuando falla una ocasión de gol echa un ojo al banquillo y ve a su máximo responsable con una actitud que lo único que hace es aumentar sus dudas y responsabilizarle de su error? Todo esto se ve más agudizado con jugadores en edad de formación y futbolistas con baja autoestima. En el momento del juego lo único que necesitan los jugadores es apoyo, seguridad y confianza. En muchos entrenadores se aprecia de inicio una predisposición muy negativa en su dirección, parece que haya que estar siempre enfadado para ser entrenador o estar dando voces que lo único que hacen patente es que se quiere ocultar una falta de percepción, liderazgo y entendimiento del juego por parte del entrenador. Tengo la sensación de que el entrenador de fútbol puede tener más influencia durante el desarrollo del partido de lo que actualmente tiene, puede “jugar más el partido” y aumentar su participación sobre el mismo. Evidentemente no gozamos de las pausas que tienen deportes de equipo como el baloncesto o el balonmano, lo que dificulta la mano del entrenador en el juego, pero de eso, a lanzar una moneda al aire y ser meros espectadores va un mundo. Es poco habitual que se acerque un jugador al banquillo para recibir indicaciones más profundas, se trata de encontrar momentos para dar este tipo de instrucciones más detalladas. Los jugadores miran muy poco hacia su entrenador en el banquillo, se necesita esa complicidad y esa ayuda externa que mejore los resultados de lo que está pasando dentro del campo. Vemos entrenadores de reconocido éxito como elijen desde el banquillo jugadas a realizar en acciones a balón parado. Por poner un ejemplo, tienen una comunicación constante con su equipo, un idioma propio que hace que mediante gestos y expresiones ayude a sus jugadores a tomar decisiones. No se trata de cohibir a los jugadores o de quitarles iniciativa, se trata de que el entrenador también “juegue” el partido desde la figura que representa. No por ello se le quitaría vistosidad al juego, todo lo contrario, quién piense que “en el fútbol está todo inventado” lleva poco tiempo en esto o no ha evolucionado debidamente, sólo hay que ver la progresión metodológica en sus sistemas de juego y entrenamiento que ha sufrido este juego en los últimos 10 años, por no remontarnos más atrás aún. Cambios que se aprecian actualmente en los banquillos son algunos como que sea el segundo entrenador el que permanece de pie en las jugadas a balón parado, algo que se viene haciendo desde hace un par de temporadas máximo; todos los cuerpos técnicos mandan a un analista del equipo a lo alto del estadio, para tener una mejor visión táctica de partido, el cual se mantiene en contacto directo con el propio banquillo para dar informaciones; se ven imágenes en el descanso de lo ocurrido en la primera parte… Todo ello nos proporciona información instantánea y de una importancia extrema para corregir las situaciones que se están dando en el juego. El jugador tiene una percepción interna dentro del terreno de juego y un campo de visión reducido con respecto del entrenador, lo que le hace tener un conocimiento de los resultados de las acciones incompleto, sin embargo, el entrenador, que puede verlo todo desde fuera, tiene una importancia sublime en su aportación, y se echa de menos en el fútbol actual que haya correcciones. De hecho los jugadores tienen una percepción distorsionada de las acciones que realizan en el juego, ya que, cuando se ven a ellos mismos en el video les chocan determinadas conductas o no se reconocen en algunas situaciones. Es por esto también que difiere mucho la práctica activa del fútbol con la dirección del mismo desde el banquillo, ya que son percepciones diametralmente opuestas, no asegurando en ningún caso que por muy buen futbolista que haya sido dentro del campo vaya a extrapolar esta excelente visión fuera del terreno de juego. Se habla mucho del modelo de juego o del estilo e idiosincrasia de los equipos, exceptuando los equipos top que se pueden permitir por su potencial ser fieles a una creencia y respetarla a lo largo de la historia al ser muy superiores a los demás. El resto de equipos, su mejor estilo no es otro que la ausencia de estilo, y sí tener la capacidad de adaptarse a las circunstancias que presenta el partido en cada momento, un equipo que domine varias formas de jugar dentro de un mismo partido es un equipo más rico y con más probabilidades de sorprender a su adversario. El equipo capaz de adaptarse a las circunstancias, tendrá mucho ganado, siendo competitivo en cada momento. La máxima satisfacción, en mi manera de entender la profesión de entrenador de fútbol, es que se vea plasmado sobre el terreno de juego todo aquello que se preparó y se planificó durante el día a día con los entrenamientos, consiguiendo y alcanzando el éxito de la manera diseñada y no dejarlo todo en los vaivenes del azar. Ángel López Pérez, Entrenador de Fútbol
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