Ética deportiva: Nadal, un ejemplo

La riqueza de un país es, sin duda alguna, la educación. Desde mi punto de vista recomiendo que prosigamos en la línea de la promoción de los valores deportivos como referencia y guía permanente para nuestra juventud, fomentando la ética deportiva, entendiéndola como la verdadera lealtad en el terreno de juego, a los compañeros, a los adversarios, a los jueces y árbitros y, sobre todo, la lealtad a uno mismo.

Tenemos un ejemplo a imitar: Rafael Nadal en el Open de Australia y en el reciente Roland Garros.

Todos deberíamos trabajar activamente en fomentar estos principios de ética deportiva,  porque estoy convencido que estos valores en que se fundamenta son muy útiles para los jóvenes de hoy que aprenden, en el terreno de juego y en el vestuario, a enfrentarse a la vida y a conocer y practicar las reglas de la convivencia social.

Hoy estamos constatando que nuestra juventud reclama valores sólidos en los que apoyarse y poder desarrollar su generosidad  y energía.

La ética deportiva debe ser global y sustentarse en valores muy sólidos y uno de ellos, acaso el más importante, la  salud del deportista y combatir a quienes hacen trampas y quieren engañar para mejorar su rendimiento.

El deporte, organizado según la ética deportiva, debería desarrollar valores humanos de paz y convivencia para todos, favoreciendo las relaciones de solidaridad entre los pueblos.

El deporte debe ayudar a formar hombres y mujeres ilustrados y capaces de impulsar iniciativas generosas a favor de la sociedad que nos inviten a la práctica de la virtud y la justicia como las grandes enseñanzas de la competición. 

Juan Ángel Gato, Presidente del Coplef de Madrid