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Gema Sancho, psicóloga y coach educativa, deportiva y laboral (https://gemasancho.com/)
28/01/2020 Emociones... ¡a la cancha!
Baloncesto es emoción. Es disfrute, alegría y orgullo. Y también rabia, tristeza, frustración y enfado. Esto lo saben bien todos los entrenadores, que en su labor deportiva y educativa viven de manera intensa tanto entrenamientos como partidos. Pero en ocasiones no son ellos quienes controlan sus emociones, sino que son las emociones las que les controlan a ellos.
Para entender qué ocurre con las emociones y cómo pueden aprender a gestionarlas, tenemos que saber algo más sobre cómo son y cómo se producen. ¿Cómo son las emociones? Si al experimentar una emoción pudiéramos pararnos a diseccionarla, encontraríamos que se componen de tres partes: - Un componente fisiológico: cómo se refleja en mi cuerpo, en mi respiración, en el latido de mi corazón, en mi temperatura corporal, … - Un componente conductual: los gestos, expresiones y comportamientos que acompañan a esa emoción. - Un componente cognitivo: saber identificar qué emoción es, ponerle nombre. A veces nos sentimos mal y no sabemos identificar qué emoción estamos sintiendo (¿rabia, enfado, frustración?). Como veremos más adelante, saber distinguir estos componentes nos ayudará a poder gestionar la emoción. ¿Cómo surgen las emociones? Las emociones se producen a partir de una situación determinada. Puede ocurrir que esa situación provoque en nosotros una emoción de manera inmediata e inconsciente, como un reflejo (por ejemplo, el sobresalto que sentimos al oír el ruido de una bocina). Pero la mayoría de las veces lo que ocurre es que ante una determinada situación, realizamos una interpretación de la misma, y es esa interpretación la que nos genera una emoción. Son nuestros pensamientos, la historia que nos contamos sobre lo que ha pasado o lo que está pasando, lo que nos ancla en una emoción. Aprender a gestionar las emociones no consiste en eliminar aquellas emociones que no nos gustan. En la vida nos encontraremos con situaciones desagradables que tendremos que aprender a aceptar. Por ejemplo, sentirse mal tras haber perdido un partido es normal. Lo que no podemos hacer es dejar que esa emoción nos domine, de manera que su intensidad y duración sean excesivas. Habrá cosas que dependan de nosotros y cosas que no, y debemos ser conscientes de ello para aceptar lo que no dependa de nosotros y actuar sobre lo que sí esté bajo nuestro ámbito de actuación. Si queremos aprender a gestionar nuestras emociones y no dejarnos arrastrar por ellas, es importante aprender a observarnos y a tomar conciencia de lo que nos ocurre en cada situación. Las emociones provocan acciones, es decir, reaccionamos ante una emoción. ¿Cuál es nuestro comportamiento a partir de esa emoción? ¿Cómo reaccionamos? ¿Qué consecuencias positivas y negativas tiene ese comportamiento de una manera inmediata? ¿Y a largo plazo? Tendemos a mantener conductas que nos reportan beneficios inmediatos, a pesar de que los inconvenientes a largo plazo sean más visibles. Un beneficio inmediato puede ser algo tan simple como sentir desahogo al pegar un grito, o sentir el alivio de quitarse responsabilidad al echar la culpa a otro, por ejemplo. ¿Cómo influye ese comportamiento en el rendimiento de los entrenadores? ¿Y en el de sus jugadores? ¿Y en el del árbitro? Muchas veces, el simple hecho de estar sumidos en los pensamientos, alimentando la emoción, hará que su atención se desvíe de lo verdaderamente importante, afectando así a su rendimiento. Otros comportamientos derivados de alguna emoción, como gritar o hablar mal a un jugador o al árbitro, también podrán afectar al rendimiento de ese jugador por ejemplo haciendo que éste se inhiba en su comportamiento de tirar a canasta, o del árbitro si por ejemplo por ello se pone nervioso y comete más errores. Una buena gestión de las emociones favorecerá el rendimiento de los entrenadores. Además, los entrenadores, como educadores, deben ser un modelo de comportamiento para los jugadores. ¿Qué pueden hacer los entrenadores para gestionar sus emociones en entrenamientos y partidos? - En aquellas situaciones en las que el componente fisiológico de la emoción sea el que más les afecte, podrán actuar sobre este componente a través de la respiración u otras técnicas de relajación (o de activación, según el caso), regulando así la intensidad y duración de la emoción. Para ello, además de entrenar estas técnicas, deberán estar atentos a sus sensaciones físicas de manera que puedan intervenir sobre las mismas antes de que se hayan disparado. - También podrán actuar modificando la interpretación que le están dando a esa situación. No debemos olvidar que los pensamientos son sólo pensamientos, no son la realidad. Debemos aprender a separar los hechos de los pensamientos. Al darle una interpretación alternativa a la situación, la emoción cambiará. - Además, cuando sientan que su diálogo interno es el que está alimentando la emoción, podrán actuar sobre sus pensamientos diciéndose algo a sí mismos que les ayude a detenerlos y que centre su atención en el presente y en la acción que tienen que realizar a continuación (por ejemplo: ¡olvídate ya de lo que ha pitado el árbitro y céntrate en la defensa!) Cada uno tendrá que encontrar aquellas palabras que más le ayuden en este sentido. Centrarse en lo que depende de uno mismo y ponerse en acción hace que los pensamientos se centren en esa acción y no sigan alimentando la emoción. - Por último, es muy importante anticipar situaciones que habitualmente les vayan a generar una determinada emoción para preverla y hacer algo antes de que aparezca. Aprender a gestionar las emociones tiene mucho que ver con el autoconocimiento. ¿Cómo se sienten antes de un partido o de un entrenamiento? Si saben que hay determinadas situaciones que les desbordan emocionalmente, ¿qué van a hacer si se presentan? Gema Sancho, psicóloga y coach educativa, deportiva y laboral (https://gemasancho.com/)
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