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José Luis Gómez Calvo, consultor de seguridad

27/04/2021

¿Sabemos el aire que respiramos?

¿Sabemos el aire que respiramos? Hay una creciente concienciación sobre nuestro medio ambiente y, dentro de él, por el aire que respiramos en nuestras ciudades y pueblos e incluso en los espacios naturales. La calidad del aire es una garantía para nuestra salud por ser un componente esencial de la misma. Por ello, autoridades y responsables tratan de controlar la contaminación.

¿Pero esos mismos criterios se aplican en el caso del aire interior de los espacios cerrados? ¿Se controlan suficientemente? Y, en el caso de que sea así, ¿se facilitan los datos del control de calidad del aire a las personas que lo respiran?

La calidad del aire, como otras muchas cosas en la vida, hay que tenerla, hay que sentirla, y hay que darla conocer suficientemente. 

Como es sobradamente conocido, la respiración es la función prioritaria y vital de supervivencia de las personas, y como es natural, esencial en la práctica físico-deportiva.

Un claro indicador de la importancia de la respiración es la conocida “regla del 3” de la supervivencia, que dependiendo naturalmente de los lugares y la climatología, habla sobre las diversas necesidades del cuerpo humano respecto a cuánto tiempo puede pasar para que sobreviva una persona en condiciones extremas: Tres minutos sin aire, tres horas sin refugio, tres días sin agua y tres semanas sin comida.

¡3 minutos sin aire! Nos da una idea clara de la prioridad de la respiración respecto a otras necesidades vitales, recordando que el hecho de respirar es un proceso que tiene dos etapas, la inspiración y la espiración (no la expiración), y que dicho proceso lo repetimos aproximadamente unas 15 veces por minuto, lo cual supone cerca de 22.000 veces al día.

Si hemos destacado la importancia de la respiración como función biológica, obviamente tenemos que destacar el aire que es respirado (inspirado y espirado), aunque en una y otra fase la mezcla de gases tenga una proporción de sus componentes distinta, ya que entre una y otra se produce el intercambio de dióxido de carbono por oxígeno, lo cual es fundamental para considerar la calidad del aire: Mayor cantidad de oxígeno equivale a mayor calidad del aire. Mayor cantidad de dióxido de carbono equivale a peor calidad del aire.

La calidad del aire se integra en lo que la norma UNE 171330: 2008 define como CAI (Calidad Ambiental en Interiores) que, según dicha norma, son las condiciones ambientales de los espacios interiores, adecuadas al usuario y la actividad, determinadas por los niveles de contaminación química, microbiológica y por los valores de los factores físicos.

Los factores que pueden comprometer la calidad del aire interior son: 

1. Agentes químicos:

- Productos derivados de la combustión, como el monóxido de carbono (CO) o el dióxido de carbono (CO2), debidos entre otras causas a las calderas o cocinas. 

Efectos en las personas: Algunos pueden ser asfixiantes y otros irritantes del tracto respiratorio, además de causar dolor de cabeza, falta de concentración, mareos, somnolencia y problemas respiratorios, dependiendo de la concentración y el tiempo de exposición.

- Compuestos orgánicos volátiles (COVs). Son una amplia gama de compuestos químicos que contienen átomos de carbono, siendo su presencia elevada en nuevas construcciones y en otras recientemente remodeladas, ya que están presentes en la composición de resinas, barnices, pinturas, productos para el tratamiento de muebles, moquetas o alfombras.

Efectos en las personas: Son variables en función del compuesto de que se trate, pero de manera general, se considera que el 80% de los COVs son potenciales irritantes de piel, ojos y tracto respiratorio, y el 25 % podrían ser cancerígenos. Otros efectos adversos pueden ser dolores de cabeza, irritación de mucosas, disfunciones neuropsicológicas. 

2. Agentes biológicos: La contaminación biológica en ambientes interiores se transmite mayoritariamente a través del aire, en forma de aerosoles (suspensión de partículas sólidas o líquidas muy finas en un gas. Por ejemplo, el aire), 

Formando parte de los bioaerosoles se pueden encontrar microorganismos tales como virus (por ejemplo, el SARS-CoV-2. En adelante, COVID-19), bacterias, hongos y protozoos, y también granos de polen, fragmentos de insectos y ácaros y compuestos orgánicos volátiles procedentes del metabolismo de los microorganismos. 

Esta contaminación puede provenir del exterior, o a través de puertas y ventanas o de los conductos de ventilación y/o climatización, o también del interior del edificio, emitida por la respiración de los ocupantes (caso del virus COVID19).

Efectos en las personas: Los contaminantes biológicos pueden causar tres tipos de enfermedades entre los ocupantes de un gimnasio o de una piscina climatizada:

- Enfermedades infecciosas: Implica la invasión de las células por microbios (virus y bacterias entre otros) para reproducirse. Por ejemplo: Covid-19, legionelosis, gripe…
- Enfermedades alérgicas: Por contacto con sustancias capaces de generar la alergia a alérgenos: Por ejemplo: Asma, rinitis alérgica…
- Enfermedades tóxicas: Causadas por las toxinas que producen algunos tipos de bacterias y hongos que pueden dar lugar a reacciones inflamatorias o a tener efectos tóxicos

3. Agentes físicos:

- Condiciones termohigrométricas relacionadas con la sensación térmica de los ocupantes de los espacios cerrados como los gimnasios y muchos más las piscinas climatizadas (temperatura, humedad, velocidad del aire)


EL COVID Y LA CALIDAD DEL AIRE

A lo largo del año transcurrido por pandemia debida al COVID-19 se ha comprobado que se propaga entre las personas, principalmente, cuando una de ellas, que se encuentre infectada, está en contacto cercano con las demás.

El virus se propaga a través de pequeñas partículas líquidas expulsadas por la persona infectada a través de la boca o la nariz al espirar el aire procedente de la propia respiración, al hablar, al toser, al estornudar, al cantar o al gritar.  Esas partículas líquidas tienen diferentes tamaños, desde las más grandes “gotículas” respiratorias, que caen por gravedad en una distancia de menos de metro y medio de la persona emisora hasta las más pequeñas “aerosoles”, que permanecen suspendidas en el aire durante horas y que pueden ser inspiradas por otras personas que se encuentren cercanas o entren en el espacio en el que permanecen flotando las gotículas portadoras del virus.

La transmisión por aerosoles puede producirse, sobre todo en espacios interiores, con un elevado nivel de ocupación y mal ventilados, en los que las personas infectadas, pasan un tiempo prolongado junto con otras.

La constatación de la presencia del virus COVID-19 en los espacios cerrados mal ventilados, ha hecho que se recurran a los indicadores de la calidad del aire en dichos espacios.

Uno de ellos es el contenido de dióxido de carbono (CO2) en el aire de los lugares cerrados, que depende de los factores siguientes:

- Cantidad de personas en el recinto, teniendo en cuenta el volumen del mismo.
- Actividad realizada por las personas ocupantes. Intensidad respiratoria y consecuentemente expulsión de CO2.
- Periodo de estancia de los usuarios del recinto.
- Renovación del aire o caudal volumétrico que se aporta desde el exterior.

La concentración de CO2 en los espacios cerrados es un parámetro sobradamente conocido y referido ampliamente en la diferente normativa vigente sobre calidad del aire y ventilación en el interior de los edificios.

En el caso particular de las piscinas cubiertas, el Real Decreto 742/2013, de 27 de septiembre por el que se establecen los criterios técnico-sanitarios de las piscinas, se hace mención expresa en su artículo 11.3 de los controles del aire de dichas piscinas cubiertas, que en aplicación de su Anexo II, la concentración del CO2 en el aire del recinto de los vasos no superará más de 500 mg/m3 del CO2 del aire exterior, realizándose en aplicación del Anexo III un muestreo mínimo de al menos una vez al día  por la mañana antes de abrir las piscinas a los usuarios.

Además, hay que señalar que, de acuerdo con el artículo 14, “el titular de la piscina pondrá a disposición de los usuarios en un lugar accesible y fácilmente visible, al menos la siguiente información: Los resultados de los últimos controles realizados (además de los del agua de los vasos, el del aire)”.

Obviamente, la frecuencia de un control del aire diario ha quedado claramente insuficiente respecto a las necesidades debidas a las medidas preventivas contra el COVID-19.

De todo lo anteriormente expuesto, se deduce fácilmente, que la medida por excelencia para asegurar la calidad del aire de los lugares cerrados es la ventilación, lo cual no es una novedad, sino que es una constatación de que la misma con respecto al virus COVID-19 es una necesidad y una solución. 

Ahora bien, hablar de ventilación, no es solo decir que se trata del suministro y/o extracción del aire de una zona, local o edificio, ya sea de forma natural o mecánica, sino también tener en cuenta los objetivos de la ventilación, que consiste en mantener niveles de oxígeno en determinados valores, y CO2 y COVs por debajo de los umbrales establecidos.

También conviene tener en cuenta diferenciar ventilación de climatización. La primera, como ya ha quedado dicho, es la renovación y movimiento del aire, la segunda es, además de las funciones de la ventilación, su tratamiento mediante el filtrado del aire, la humectación y deshumectación y el acondicionamiento térmico que proceda, es decir, calentamiento o enfriamiento.

Al mencionar la ventilación como procedimiento para disponer de un aire de calidad debemos citar, aunque sea brevemente, que en aquellos casos en que la ventilación y la climatización no sea posible, existe como todos sabemos la opción de purificar el aire mediante dispositivos dotados de filtros HEPA (High Efficiency Particulate Arresting) con una capacidad de filtrado por unidad de tiempo adecuado al volumen que se trate de purificar.

Respecto a los dispositivos de purificación mediante ozono o radiaciones ultravioleta  conviene tener en cuenta las consideraciones dadas a conocer por el Ministerio de Sanidad sobre el empleo del ozono y de las lámparas con rayos ultravioleta dadas a conocer en las dos notas siguientes que se pueden ver en la página web de dicho Ministerio:

- Nota sobre el ozono como desinfectante frente al coronavirus SARS-CoV-2 (Versión actualizada a 29 de junio de 2020)
- Nota sobre el uso de productos que utilizan radiaciones Ultravioleta-C para la desinfección del SARS-CoV-2.


CONCLUSIONES

La pandemia por COVID-19 ha causado, y aún sigue causando, una gravísima crisis sanitaria acompañada de un elevado coste en vidas humanas y en daños de salud, además de una profunda crisis económica y social.

Pero, no obstante de toda desgracia, se pueden sacar lecciones que, aprendidas, se pueden incorporar a la recuperación e incluso a la mejora de las actividades que se venían realizando con anterioridad a la pandemia.

Primera lección: Una de esas lecciones es darnos cuenta de la importancia de la calidad del aire y para ello de la ventilación de los lugares cerrados, que viene siendo regulada mediante diferentes disposiciones desde el año 1997 y años posteriores (obviamente se mencionan disposiciones vigentes, no otras anteriores ya derogadas) 

Segunda lección: Que la calidad del aire, además de tenerla hay que demostrarla y mostrarla a los usuarios y a los trabajadores, para que sepan el aire que están respirando, en respuesta al título de este artículo. Para ello, hay que mantener permanentemente una información a vista de los ocupantes por medio de detectores y medidores, existentes en el mercado, de CO2 y de COVs incluyendo el formaldehído.

Respecto a los trabajadores, tengamos en cuenta que mientras que los usuarios permanecen un tiempo relativamente reducido en los espacios a ventilar, los trabajadores, desde el personal de dirección hasta el personal de mantenimiento o de limpieza, pasando por el personal técnico y administrativo, permanecen durante toda su jornada laboral respirando un aire cuya calidad es esencial para su salud.

Tercera lección: Apreciar y valorar la calidad del aire que se respira en el interior de gimnasios y de piscinas cubiertas como un componente fundamental para la salud que se tratar de potenciar con el ejercicio físico, y ese planteamiento, trasladarlo a los usuarios y trabajadores con el fin de ponerlo en valor ante ellos como un caso de buenas prácticas en materia de salubridad, por parte de los titulares de centros deportivos, gimnasios y piscinas cubiertas, ya sean personas físicas o entidades deportivas públicas o privadas.

José Luis Gómez Calvo, consultor de seguridad

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