Los Juegos Olímpicos de Río 2016

Desde su inicio se identifican y asocian a una filosofía de vida, el Olimpismo, basado  en el papel que juega el deporte en la educación, su impacto social y los valores éticos y morales que transmite.

Desde los tres valores que define el COI (excelencia, amistad y respeto), intentaré hacer una reflexión personal, centrándome en el entorno de los Juegos, sus deportistas y el impacto social que tiene en una sociedad como la nuestra en pleno siglo XXI.

Estamos a menos de un mes de la ceremonia de apertura y observamos cómo se empieza a calentar motores. De un lado, dirigentes de instituciones y entidades que coordinan el deporte (CSD, COE, federaciones deportivas españolas, etc) y, de otro, los medios de comunicación (prensa, radio y televisión). Ambos colectivos con una misma referencia o nexo de unión, las posibilidades de éxito y su traducción en número de medallas que conseguirán nuestros deportistas.

Lejos de polemizar si se conseguirán 20 o 22 metales, que habla algún dirigente, o si estaremos entre 13 y 16, cálculo más frío de los técnicos, lo realmente importante y lo que debería preocupar es si la preparación de este ciclo de cuatro años ha sido la idónea, si se han tenido los recursos necesarios, económicos y en instalaciones, y si se ha podido ir a las competiciones internacionales apropiadas para conseguir los objetivos y fines propuestos.

En una sociedad deportiva como la nuestra, mediatizada por el Fútbol profesional, el resto de deportes, en un porcentaje muy elevado, tienen su momento de gloria deportiva en los Juegos. Últimamente leía una información crítica a este  respecto que decía: “Tienes más prestigio si eres jugador de un equipo corriente de fútbol que si eres el mejor del mundo en una disciplina de un deporte minoritario”.

Sin demonizar el deporte rey, por lo que significa su impacto económico y social y por los valores que a veces significa para los menores, los deportistas de otras modalidades menos conocidas (olímpicos y paralímpicos) hacen una larga travesía, no exenta de dificultades antes de participar en este gran evento. Atrás quedan los problemas económicos de sus federaciones deportivas por gestionar y planificar su preparación, con recursos escasos y desde esa oscuridad mediática a la que se ven reducidos en los años entre Juegos.

Es una realidad incuestionable que la visibilidad de estos deportistas en nuestra sociedad es desigual y, desde esta diferencia, es desde donde consiguen su “minuto de oro”  durante la celebración de los Juegos y máxime si eres medallista o próximo al podio. Es la compensación al esfuerzo y al trabajo diario que se realiza en el entrenamiento deportivo, cada vez más riguroso y científico en el Alto Rendimiento.

Desde esta perspectiva se identifica este proceso que se condensa en un ciclo de cuatro años para llevar al deportista hacia un estado de forma óptimo que pueda garantizar las posibilidades de éxito que solo alcanzan un grupo muy reducido de deportistas.

Vaya desde aquí, y antes de conocer resultados, mi reconocimiento a todo ese trabajo oscuro, perseverante y sólido de todos los deportistas que participaran en Río 2016 y  desearles lo mejor, que es por lo que han entrenado.